sábado, 26 de febrero de 2011

" Rapsodia Botánica"

Despierto de una siesta voluptuosa, mecida por el tarareo de las hojas, bajo un tilo que emana deliciosos efluvios al caer la tarde, y cuya mayestática figura es como un embeleso que imprime en mí de manera indeleble y, en lo más hondo de mi gozo de existir, traza un surco de felicidad que la tibieza pura de una noche de julio no alcanza a explicar.
Allí me encuentro yo, o más bien mi dócil complexión ya que mi mente y sentidos enarbolan por esa atmósfera dulce y afable.

Mi cuerpo, libre de la traba del invierno, siente por fin la caricia de la brisa sobre la piel desnuda y a fuerza de respirar a pleno pulmón, en un recuerdo, un perfume que hacía mucho tiempo ya que no había rozado mi olfato, comprendo la existencia.

Cierto es con ese incienso natural proveniente de esa catedral de verdor deslumbrante, salpicada de sol primaveral, que entiendo la delineación de lo que somos y de lo que devenimos.
Así pues somos vida. Una vida que germina en el éxtasis de la intención pura y efusiva. Un minúsculo brote de paciencia que el tiempo hace prosperar y florecer, abriendo paulatinamente cada uno de nuestros pétalos con la delicadeza del maestro de vidriero, la voluntad del hierro y la disciplina del asceta, dejando entrever, de esta forma, la magnificencia, castidad e inocencia de cada uno de nuestros gestos e intereses.
Somos flor, una eclosión de colores. Colores puros y cincelados que escriben pergaminos de destinos deseados e inesperados.

Exacto en ese batiburrillo orquestado se desprende lo mejor de ella misma, de esa vida, que se entrega con la amabilidad de una prima Donna adulada a la que se le suplica que cante de nuevo una de las piezas que la han hecho famosa, y que medrará a cada paso humano.
Y que sollozará, con cada aurora deslizando por cada una de sus brácteas, lágrimas gráciles de rocío.
Esa vida que se adormecerá con cada ocaso y que con melancolía afrontará una nueva jornada cargada de imprevistos.

Una vida que al cabo de un tiempo, y que cual delicada y vulnerable flor, cansada por el ajetreo de mis pasos, esperanzas consumadas y también fallidas marchitará despaciosamente dejando deslizar y volar sus ligeros pétalos. Dando así en ése postrero instante de liberación afligida, un último suspiro , un definitivo segundo de paz y eternidad.

Así somos… En un día nacemos y morimos…

-¿ Pero de verdad tiene importancia?

No creo, no por lo menos en ese santuario connatural de exhalaciones paradisíacas que tengo la oportunidad de adorar, una basílica donde la perfección lo ordena todo y en la cual, a la vez, reina un bullicioso jaleo, haciendo parecer que el tiempo es deliciosamente corto y largo a la vez , que cada segundo es un nada, un abismo de misterio, y que cada minuto es un hecho artístico cada uno diferente al anterior.

De esta manera sentada bajo el tilo , cuyos efluvios tan primorosos me sugieren una vida sin perspectivas por donde pueda desvanecerse la posibilidad de convertirse en una obra de arte, una vida sin ayer ni mañana, sin alrededor ni horizonte: comprendo que el aquí y el ahora es algo hermoso, pleno y cerrado.


“ Les Roses ne sont pas à plaindre… Au moins elles ne savent pas qu´elles fanneront” ( Duvernois)

2 comentarios:

  1. me gusto , me gusto si..., pero a la vez me cargo de nostalgias..,casi diria de dolor.., creo q estoy muy llorona ultimamente, eso esta condicionando todo lo q leo.., pero esta hermosa la rapsodia

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  2. -el aqui y ahora es algo hermoso-

    me gusta val,
    muchas verdades,
    y muy intenso (como la vida misma)

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